Sobre el Dr. Bach y su sistema floral

El descubrimiento casual de una flor, cerca de un manantial de montaña en Gales, marcaría el comienzo de un viaje para uno de los pensadores más imaginativos de nuestro tiempo, Edward Bach. Un doctor entregado y apasionado que dio la espalda a la medicina ortodoxa y empezó a investigar el poder curativo de la naturaleza para tratar las enfermedades.

El Dr. Bach, fue un respetado doctor bacteriólogo y patólogo en el Londres del principio del S. XX. Según sus teorías, las emociones están relacionadas con los trastornos físicos. Sus remedios florales interactúan con las emociones negativas que pueda experimentar una persona en un momento dado para transformarlas en emociones positivas.

Como en el caso de muchos pioneros cuyos descubrimientos se adelantaban a la ciencia, la vida del Dr. Bach, estuvo rodeada de controversia, y como ha ocurrido con otros innovadores que han realizado descubrimientos únicos, algunos lo consideraban un excéntrico. Sin embargo, su intuición acerca del poder de la naturaleza, culminaría con el descubrimiento de 38 remedios florales que cambiarían la manera de ver las terapias naturales.

EDWARD BACH: EL VIAJE A LA CURACIÓN SENCILLA (The Journey To Simple Healing)

Edward Bach nació el 24 de Septiembre de 1886 en Moseley, una pequeña villa en las afueras de Birmingham, Inglaterra. Durante su infancia, Bach iba a menudo al campo, era un muchacho intuitivo, muy sensible a su entorno y le encantaba pasear entre los árboles, los pájaros y las flores silvestres. Sin embargo, la belleza natural del campo contrastaba enormemente con la ciudad de Brimingham, enclave fabril que se consideraba la cuna de la revolución industrial.

Tras terminar su formación escolar Bach comenzó a trabajar en la fundición de latón de su padre, había descartado sus sueños infantiles de ser doctor, pues veía que no podía pedir a sus padres que le costeasen los estudios de medicina. Sin embargo, el joven Edward no conseguía adaptarse al ruido constante y las condiciones claustrofóbicas del entorno de trabajo en la fundición. A pesar de todo, en aquel contexto industrial, encontró una inspiración muy diferente. Edward Bach era un perspicaz observador de las emociones y vio cómo afectaban las enfermedades a los trabajadores. El miedo a la enfermedad era un problema tan importante como la propia enfermedad, pues un hombre enfermo no podía trabajar ni tampoco pagar facturas médicas de importes desorbitados. Además los remedios administrados, no hacían más que ocultar los síntomas. Finalmente Bach explicó a su padre que quería estudiar medicina. Con la aprobación de la familia dejó la fundición para dedicarse a su pasión por aliviar el sufrimiento humano y estudiar medicina en la Universidad de Brimingham.

Durante seis años Edward Bach absorbió conocimientos ávidamente. Primero en el edificio de ladrillo rojo de la Universidad de Brimingham, y después, en el University College Hospital de Londres donde se graduó como doctor en 1912 e ingresó en el Colegio Real de Medicina. Un año después obtuvo los títulos superiores de Licenciado en Medicina y Licenciado en Cirugía, y en 1914 añadió a su curriculum un Diploma en Salud Pública de Cambridge.

Durante su estancia en el University College Hospital, investigó sobre la terapia de vacuna en el departamento de bacteriología. Bach descubrió que algunas bacterias intestinales, estaban estrechamente relacionadas con las enfermedades crónicas y su curación. De esta manera, desarrolló vacunas a partir de esas bacterias, que purificaban el tracto intestinal. Pero aunque el resultado de muchas vacunas le animaban, no le convencía el uso de inyecciones por el dolor que provocaba la aguja de la jeringuilla.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Bach ya se había forjado una reputación como doctor.

Los hospitales de Inglaterra estaban saturados de soldados que regresaban del frente. Algunos hombres presentaban heridas horribles, mientras que otros padecían los efectos de intoxicaciones por gas, amputaciones y traumas de guerra, lo que hoy llamamos “estrés postraumático”.

Aunque la débil salud de Bach no le hacía apto para el servicio militar, estuvo a cargo de 400 camas para heridos de guerra, mientras seguía investigando sobre la enfermedad inflamatoria intestinal en sus ratos libres.

En el tiempo que pasó con los soldados heridos, empezó a observar que algunos, con los mismos trastornos que otros, se recuperaban mejor durante el proceso de curación, aunque no estaba seguro de los motivos.

Por desgracia en 1917, todos sus esfuerzos quedaron bruscamente interrumpidos cuando sufrió un colapso en el trabajo con una hemorragia masiva. Le ingresaron rápidamente en el hospital y le extirparon un cáncer ya en estado avanzado. Le dieron tan solo, tres meses de vida.

Pero para el tenaz Dr. Bach aún quedaba mucho trabajo por hacer, pues creía que aún no había profundizado lo suficiente en su investigación. Aunque aún estaba muy débil y apenas podía caminar, regresó a su laboratorio dispuesto a hacer todo lo que pudiese en el poco tiempo del que disponía.

Su determinación le dio fuerzas renovadas, desafiando todos los pronósticos y sorprendiendo a sus colegas. Si dijésemos que Bach era un adicto al trabajo, nos quedaríamos cortos. Trabajaba tantas horas que su ventana en el hospital se conocía como: «la luz que nunca se apaga».

El año siguiente el Dr. Bach recibió permiso oficioso para vacunar a las tropas inglesas. Como resultado, se salvaron miles de vidas. Esto atrajo a más pacientes a su consulta privada de la calle londinense de Harley Street, donde se encontraba la élite de la profesión.

Por su investigación en inmunología se le consideraba un genio con un futuro más brillante si cabe. No obstante, a pesar de ser un médico con éxito en la ciudad, a Bach nunca le abandonó el deseo de vivir más cerca de la naturaleza. Al parecer paseaba hasta un pequeño parque de Londres, y se sentaba allí para contemplar y escuchar la naturaleza en medio del bullicio de la ciudad. Resulta irónico, que ese amor también le causase un gran dolor, pues un parque urbano, no podía compararse con el campo bucólico del que había disfrutado de niño.

En Marzo de 1919, Edward Bach comenzó a trabajar como patólogo y bacteriólogo en el Hospital Homeopático de Londres. Bach, entró así en contacto por primera vez con los principios de la Homeopatía y decidió profundizar en el tema. Le interesó especialmente el Órganon . El texto seminal sobre la materia, escrito por el padre de la Homeopatía “Samuel Hahnemann”. Aunque los descubrimientos de Hahnemann se remontaban un siglo atrás a Bach, le fascinó que éste también hubiese visto una relación entre la toxemia intestinal, y la enfermedad crónica. Decidió estudiar la bacterias siguiendo métodos homeopáticos para comprobar si esos preparados funcionaban tan bien como las vacunas y el resultado fue, un gran éxito.

Los nuevos remedios se conocerían como «Los 7 Nosodes de Bach«.

Edward Bach

La teoría de Hahnemann se basaba en tratar a la persona en vez de tratar solo los síntomas de la enfermedad y subrayaba la importancia del estado mental y emocional de la persona tratada.

El Dr. Bach sentía afinidad con Hahnemann, pues siempre se había interesado por las necesidades individuales de sus pacientes como personas y creía que la medicina ortodoxa, se concentraba en exceso en las enfermedades, y no prestaba suficiente atención a la persona en su conjunto. Le ilusionaba pensar que las ideas de Hahnemann podían conducirle a una forma de tratar la causa de la enfermedad más segura y natural de lo que nunca habría soñado siendo niño. Empezó a aplicar ideas de Hahnemann en su consulta, clasificando sus pacientes y buscando vínculos entre su personalidad y los Nosodes bacterianos que necesitaban. Descubrió que a menudo podía predecir los Nosodes que necesitaría utilizar para un paciente con tan solo fijarse en el tipo de personalidad.

En 1922 el Dr. Bach decidió dejar su trabajo en el Hospital Homeopático de Londres para concentrarse en su investigación aunque siguió recibiendo y tratando pacientes en su consulta de Londres.

Abrió un gran laboratorio en Park Crescent donde conoció a la radiógrafa Nora Weeks. Ella también encontraba fascinante la perspectiva de curación mediante terapias naturales, y creía firmemente en la dirección que estaba tomando la investigación de Bach. Más tarde se convertiría en su ayudante aunque, al parecer, la relación más personal entre ambos, fue meramente platónica.

Nora Weeks

Hacía tiempo que Bach se oponía al uso de bacterias, el producto de la enfermedad, como tratamiento. Quería encontrar un equivalente puro y natural a los 7 Nosodes bacterianos que había descubierto previamente. Por lo que empezó a experimentar con plantas que pudieses reproducir sus efectos.

Bach había dejado de ser un médico tradicional para convertirse en un terapeuta holísitico (la terapia holística se enfoca en tratar a la persona «como un todo» lo que implica buscar el equilibrio entre lo físico, lo mental y lo espiritual, no solo la enfermedad y sus síntomas).

Según las normas de la época, cuando se suponía que los doctores debían ser más bien reservados y distantes, Edward Bach era un hombre poco convencional.

No era extraño verlo unirse a los conciertos espontáneos que surgían en los pubs e invitar a alguna copa a los parroquianos. Se sentaba en el bar y observaba cómo se comportaba la gente, algo que siempre le fascinó. Además de este carácter sociable, era reacio a los acontecimientos sociales. En una cena que se celebraba en un gran salón de banquetes, para paliar su aburrimiento, empezó a examinar los rostros, gestos y modales de los invitados. Empezó a considerar cómo podría agrupar esas personalidades y tipos emocionales, y se preguntó si las personas con tipos parecidos de personalidad y de emociones, padecerían las mismas enfermedades. De repente su intuición le dijo que esas personas podrían padecer cualquier tipo de enfermedad, pero que la forma en que reaccionarían a dicha enfermedad, podía categorizarse. Se dio cuenta de que la respuesta a la enfermedad no radicaba solo en curar las enfermedades crónicas sino que debía consistir en buscar un tratamiento para las emociones y los estados de ánimo negativos, que eran los primeros responsables de la falta de salud.

Basándose en estas ideas, categorizó varios estados emocionales y pudo ver, que se necesitarían más. Estaba decidido a dedicar el resto de su vida a este nuevo sistema de medicina que la NATURALEZA podía proporcionar, algo de lo que estaba convencido.

La búsqueda de estos nuevos remedios más sencillos y más naturales, llevó al Dr. Bach a la campiña de Gales. Allí encontró en 1928 IMPATIENS y MÍMULUS en estado silvestre y preparó remedios con estas plantas siguiendo métodos homeopáticos.

Impatiens
Mímulus

El Dr. Bach, empezó a usar los nuevos remedios florales con sus pacientes, prescibiéndolos según su personalidad. El éxito fue inmediato y notable.

A continuación añadió a su colección CLEMATIS (o clemátide).

Clematis

Estos tres remedios tuvieron tanto éxito que a finales del año siguiente, había dejado de usar todos los medicamentos. Mientras tanto, seguía buscando más plantas curativas.

En 1930 Bach hizo lo que otro doctores consideraban impensable. Dio la espalda a la medicina ortodoxa y dejó su consulta de Londres sumamente lucrativa para dedicarse por completo a la búsqueda de nuevos remedios a partir de las plantas del campo. Además le pidió a Nora Weeks que le acompañase como ayudante.

El Dr. Bach siguió descartando de su práctica ideas y teorías innecesarias, como los antiguos métodos de preparación de remedios en laboratorio y diseñó dos nuevos métodos para preparar las flores. El primero de ellos fue «el método de solarización». El Dr. Bach colocaba las flores frescas en un cuenco con agua bajo la luz directa del sol, de modo que la energía de la planta se filtrase al agua. Unos años más tarde ya establecido en Mount Vernon descubrió un segundo método, «el método de ebullición» que utilizaría para 18 de los remedios. Este método consistía en recoger las flores y hervirlas durante media hora para luego dejarlas enfriar.

Para preparar los remedios, el Dr. Bach mezclaba el agua con las propiedades de las flores a partes iguales con Brandy, que hacía la función de conservante. Al líquido resultante lo denominó «tintura madre». Luego preparaba botellitas de concentrado diluyendo 2 gotas de tintura madre, en 30 mililitros de Brandy.

De 1932 a 1934, el Dr. Bach y Nora viajaron por los rincones más remotos de Inglaterra y Gales, preparando y probando remedios a partir de numerosas plantas. Experimentaron usando estos preparados con sus pacientes. Con el tiempo, creó 19 remedios. La mayoría de ellos se elaboraron a partir de flores, con la excepción de ROCK WATER, que se creó en 1933 con agua de un manantial olvidado.

Rock Water

En un par de casos, OLIVE y VINE, escribió a amigos de Suiza y de Italia para pedirles que preparasen los remedios siguiendo sus instrucciones a fin de probarlos con sus pacientes.

Uno de sus destinos rurales favoritos era Cromer, una población de la costa este de Inglaterra. Le gustaba observar la dinámica entre los turistas relajados y los locales, que seguían el ritmo de su vida cotidiana. Las observaciones realizadas por Bach en este tranquilo entorno, reforzaron sus teorías sobre los diferentes tipos de personalidades. Mientras que todos los habitantes de la población, se enfrentaban a retos cotidianos similares, las reacciones de las personas ante una situación dada eran muy individuales. Fue durante su estancia en Cromer, cuando el Dr. Bach descubrió mucho de los remedios: AGRIMONY, CHICORY, VERVAIN, CENTAURY, CERATO, SCLERANTHUS y OAK. También fue ahí donde una emergencia marítima, puso a prueba el trabajo de Bach. El 14 de Diciembre de 1933, una feroz tormenta azotaba el mar. Se dispusieron barcos de salvamento para rescatar a dos pescadores de la barcaza naufragada. Los barcos, intentaron zarpar durante 6 horas, pero el mar estaba demasiado agitado. Finalmente, un barco de salvamento logró colocarse junto a la proa de la barcaza, y rescató a uno de los pescadores que se habían atado al mástil. El hombre expulsaba espuma por la boca, deliraba y se pensó que no sobrevivía. De hecho, quienes lo rescataron, creyeron que se trataba de una muerte segura. Cuando llegaron a tierra firme, el Dr. Bach insistió en salvar la vida del pescador, y humedeció los labios del pescador con una combinación de remedios a la que se refirió como RESCUE REMEDY. Según cuentan, instantes después el hombre se incorporó y pidió un cigarrillo, tras lo cual lo llevaron a al hospital local.

En este punto de la vida de Bach, los remedios florales empezaban a hacerse famosos gracias al boca a boca. Había publicado varios artículos y libros sobre el poder curativo y la eficacia de los remedios (como «Heal Thysel» y «The Twelve Healers»). Pero la profesión médica se mostraba reticente a aceptar sus ideas.

También anunciaba sus remedios en los periódicos, algo que el Consejo Médico General desaprobaba energéticamente.

Durante los 4 años siguientes, se le amenazó en repetidas ocasiones con tachar su nombre del Registro Médico. Finalmente Bach se desquitó escribiendo una carta al Consejo en la que sostenía que ya no se consideraba doctor sino, «herborista».

En una carta posterior rescindió su asociación con medicina ortodoxa para no volver a saber nada del Consejo Médico General, nunca más.

Después de años de viajes, el Dr. Bach y su ayudante Nora, consideraron que había llegado el momento de establecer un centro donde poder continuar preparando sus remedios. Alquilaron una casa de campo victoriana, Mount Vernon, en el tranquilo pueblo de Brighwell-cum-Sotwell, del condado inglés de Oxfordshire.

Su buen amigo Victor Bullen, un constructor de Cromer, se les uniría más tarde para ayudarles en su labor. Bach tuvo una grata sorpresa al comprobar que casi todas las plantas curativas crecían en un radio de 1,5 a 3 kilómetros de su nuevo hogar. Para entonces, ya había gastado todos los ahorros que le quedaban de la consulta de Londres. No tenía mucho dinero para amueblar la casa así que recogió madera y fabricó sus propios muebles, que aún se conservan hoy en día en Mount Vernon.

Aunque su economía no era precisamente boyante, el Dr. Bach no cobraba por sus servicios ni por sus remedios. Consideraba que la salud, era un derecho de toda persona y sus remedios no eran más que una prolongación natural de la curación.

Resulta paradójico que las visitas gratuitas incomodasen a los propios pacientes. Muchos no regresaban para una segunda visita porque sentían que se estaban aprovechando de su bondad. Así que el Dr. Bach decidió cobrar el tratamiento, para que los pacientes sintiesen que no solo recibían, sino que también daban algo a cambio.

La fama de los remedios, empezó a extenderse.

Bach conocía a la familia Nelson, los propietarios de la farmacia homeopática (Nelson´s Homeopathic Pharmacy) más antigua de Europa. De vez en cuando viajaba a Londres para entregar sus tinturas madre en esta y otras dos farmacias. Bach también seguía tratando a los pacientes que acudían a verle a Mount Vernon.

En esta época, él mismo padeció estados emocionales negativos para los que aún no tenía remedio. Así descubrió los 19 remedios finales, buscando plantas para tratar sus propias dolencias.

El sueño del Dr. Bach de crear un sistema basado en la naturaleza como catalizadora para conseguir un buen estado de salud, se había hecho realidad. Y lo más importante para él, el nuevo sistema de remedios era seguro, eficaz y sobre todo, sencillo de usar.

El Dr. Bach, dio un último golpe de efecto, quemó casi todas las notas sobre sus estudios de casos, y sus hallazgos. Veía el sistema completo como un regalo de la naturaleza. Quería que la gente lo viese y lo juzgase, tal como era, sin distraerse con teorías y especulaciones. De esta manera escribió: «No science, no knowleged is necessary». No hace falta ciencia ni conocimiento, obtendrán mayor beneficio de este regalo enviado por Dios, quienes lo mantengan tan puro como es, libre de ciencia, libre de teorías, pues en la naturaleza, todo es sencillo.

El Dr. Bach, trató con sus remedios a muchas personas de forma satisfactoria.

En Septiembre de 1936 planificó una gira de conferencias, pero la tensión de toda una vida de duro trabajo empezaba a pasarle factura, y solo pudo pronunciar una sola conferencia, antes de caer gravemente enfermo por segunda vez en su vida. A la edad de 50 años, con sus sueños cumplidos, este hombre excepcional, murió en paz mientras dormía. Fue enterrado en el cementerio del pueblo, muy cerca de Mount Vernon, y en su lápida se grabó la siguiente inscripción: «Velad por que siga vivo siempre» (1886 – 1936). Ciertamente, a través de sus remedios, lo está.

El Dr. Bach dejó su trabajo en manos de sus amigos Nora Weeks y Víctor Bullen. En 1958 recaudaron fondos para comprar Mount Vernon, ahora más conocido como la sede del Centro Bach (The Bach Centre), y lo cedieron a una fundación.

Tras la muerte de Nota en 1978, la fundación quedó a cargo de sus socios John Ramsell y Michael T. Murray, y luego de John y su hija, tras la jubilación de Micky.

En 1989 John fundó la asociación benéfica a la que transfirió la propiedad de Mount Vernon, de modo que la casa y el jardín, quedasen protegidos para siempre.

Hoy en día, el Centro Bach, es el eje de un programa mundial de formación. Profesionales de todo el mundo se inscriben aquí y prometen trabajar de acuerdo con los métodos originales establecidos por el propio Dr. Bach. Por lo tanto, aunque ahora es un fenómeno mundial, el sistema sigue siento tal y como el Dr. Bach lo dejó hace tantos años, SENCILLO y PURO, como las flores que crecen silvestres en el jardín. Y para todas las personas implicadas, la sencillez y la pureza de este método curativo son aspectos primordiales.

Y para finalizar, tal y como escribió el propio Dr. Bach hace ya muchos años, solo añadir que: «Es el sistema de la naturaleza y por tanto, es correcto».

Gracias, y armoniosa vida 🤍

Inspirado en el documental «The light that Never Goes Out» (La luz que nunca se apaga) – 2007. A. Nelsons & Company all rights reserved.

Yolanda Ordoñez

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